Este trabajo surge de la unión en su autor de dos grandes pasiones: por la magia y por la filosofía. Por razones profesionales y laborales me he dedicado mucho más a la filosofía, quedando la magia como una afición pero no por ello menos importante (yo me defino como un “aficionado profesional” a la magia). Dado que como mago “actuante” no soy demasiado bueno, y seguramente por deformación profesional filosófica, mi interés en la magia se ha centrado en la lectura compulsiva de textos ilusionistas y especialmente en los más teóricos o buscando la teoría subyacente en los más técnicos. Es de ahí de donde surge el germen de este libro.
Inicialmente empezó por mi interés en distinguir
claramente los conceptos de “efecto” y “fenómeno” dentro del contexto de la
diferencia entre magia realista y ficcional, lo que me llevó a conversaciones
informales a través de internet con Ricardo Sánchez y Eduardo Coffman (que realizó un
vídeo sobre esa cuestión, y que le agradezco enormemente, a raíz de esas
conversaciones: Coffman,
2022). Pensando en esto me acordé de la Idea de Causalidad de Gustavo
Bueno. Había conocido la filosofía materialista de Gustavo Bueno hacía muchos
años, mientras estudiaba en la Universidad de Granada, pero no gracias a
ninguna asignatura (pues en ninguna se mencionaba a Bueno) sino a través de
varios amigos, estudiantes en la Complutense y alumnos de Juan Bautista Fuentes
Ortega, y que me habían hablado de ella por mi interés, ya entonces, en el
materialismo. En su momento la estudié todo lo que pude, de forma autodidacta,
y sin entender la mayor parte de ella, pero consciente de su enorme valor. Nunca
la abandoné del todo, pero sí que he ido alternando momentos en los que la he
dejado más o menos de lado con otros en los que la he retomado con más fuerza.
Como decía, pensando en la relación efecto-fenómeno
en magia me acordé de la Idea de Causalidad de Bueno porque allí hablaba de lo
que es un efecto y por si pudiera darme alguna idea. Releí el texto principal
de Bueno al respecto (Bueno, 1992a)
y fue revelador en dos sentidos principales: 1) la idea de relación causal como
trimembre cuanto menos (causa-esquema de identidad-efecto), que me permitía
repensar la idea ascaniana de efecto como contraste entre la situación inicial
y la situación final, y 2) la diferencia entre causa-efecto y razón-resultados,
que me dio una pista para distinguir la magia realista (donde hay un efecto mágico propiamente) de la magia ficcional (donde
más que efecto hay resultado debido a la ficción como razón).
Leyendo sobre magia realista y ficcional releí el
texto de Ricardo Rodríguez de “La
propuesta conciliadora” (Rodríguez, 2009). Este también resultó en otra
revelación. Ricardo se centraba en la diferencia-relación entre las
concepciones realista y ficcional de la magia, pero mencionaba de pasada una
tercera a la que llamaba “magia como posibilidad” sin decir mucho más, tan solo
que se relacionaba con el mentalismo sobre todo y que daba lugar a un problema
ético. Nada más. Sin embargo, para mí era algo importantísimo. Esa magia como
posibilidad era la magia fraudulenta de los farsantes tipo Uri Geller, y que
desde hacía mucho me llamaba la atención como uno de los principales objetivos
de mi crítica escéptica hacia todo lo relativo a la parapsicología, el
esoterismo y las pseudociencias en general. De hecho, hacía tiempo que había
realizado una conferencia (que incluía juegos de magia) en varias ciudades
(Madrid, Barcelona, Valencia, Alicante, Albacete…) con el título de “Magos,
mentalistas y paranormales” (Carmona, 2017)
y había escrito también al respecto (Carmona,
2012). Todo ello me llevó a la cuestión de qué relación cabría establecer
entre esas tres concepciones de la magia: dos de ellas ilusionistas (la realista
y la ficcional) y una tercera fraudulenta (la magia como posibilidad). Fue en
este momento que se me ocurrió la idea de que la magia ilusionista, en su
concepción realista, tiene un carácter objetivamente impío y paródico respecto
de la religión y de la magia anterior (arcaica) y fraudulenta (como
posibilidad), y que ese carácter paródico (en su finis
operis) explicaría ciertas
características de la magia realista que son precisamente criticados desde la
concepción ficcional (la negación-afirmación del truco, su anclaje en el plano
real común a mago y público, etc.). De aquí procede el núcleo germinal de este
texto y que se corresponde con la segunda parte de este trabajo, y que en
principio iba a ser un texto relativamente corto sobre esta cuestión del
efecto-fenómeno en relación a la magia realista y ficcional.
Pero si la magia realista tiene un carácter
paródico respecto de la magia anterior (la de los hechiceros, brujos,
sacerdotes y farsantes), eso me llevaba a profundizar en esa magia anterior o
paralela a la ilusionista. Recordé que Gustavo Bueno había escrito sobre la
magia y que hacía referencias a Frazer. Así que busqué entre los textos de
Bueno todo lo que hubiera sobre magia. Principalmente encontré que Bueno se
referiría sobre todo a la magia arcaica, es decir, a la institución de la magia
típica de los pueblos cazadores-recolectores, y que hacía un análisis muy
minucioso de ella y en relación con la religión (Bueno, 1996b y 1989) y otras
instituciones como la medicina (Bueno, 1993). También hablaba en el manual de Symplokhé (1991a) de la magia arcaica y la ponía en relación
con las pseudociencias contemporáneas como derivaciones suyas. Pero no explicaba
cómo había sido ese paso de la magia arcaica a la pseudociencia moderna ni qué
había en medio de ambas (mediadas por unos tres milenios). Por otra parte,
tampoco encontré ninguna referencia a la magia como ilusionismo excepto alguna
mención en las que se refiere a ella como magia lúdica (Bueno, 1993) pero sin
explicación de qué tipo de relación guardara con la magia arcaica o con las
pseudociencias.
Sin embargo, Bueno sí establecía en Cuestiones quodlibetales sobre Dios y
la religión (1989)
relaciones y distinciones entre la magia arcaica, el chamanismo-espiritismo y
la religión (ubicando a cada una en uno de los tres ejes del espacio
antropológico: el radial, el circular y el angular, respectivamente). Y
explícitamente decía que, igual que de la religión puede hacerse una teoría de
su esencia genérica a partir de su raíz, su núcleo, su cuerpo (con sus capas) y
su curso (con sus fases), también podría hacerse lo mismo con la magia (Bueno, 1989,
237). Eso me llevó a plantearme el reto de hacer un ensayo de esta teoría de la
esencia genérica de la magia planteada por Bueno, que tomara todo lo que Bueno
ya había dicho y lo completara. El objetivo era partir de la magia arcaica y
llegar a la magia moderna y sus tres concepciones (realista, ficcional y como
posibilidad). En principio, y siguiendo el modelo de la teoría de la esencia
genérica de la religión, utilicé un esquema muy lineal: establecer una raíz de
la magia en la superstición, y un curso de la magia en tres fases que
denominaba arcaica (o prodigiosa), prestigiosa (fraudulenta) e ilusionista (y
dentro de ella las concepciones realista y ficcional y la de magia como
posibilidad como pervivencia de la magia prestigiosa y aún arcaica y que las
enlazaría con las pseudociencias. Así quedaron establecidas las dos primeras
partes de este trabajo como un primer borrador que remití a varias personas,
entre ellas a Ricardo Rodríguez, Juan Luque y David Alvargonzález (quien se lo
envió, a su vez, a Julio D. Enguita y nos puso en contacto).
Fue Juan Luque
quien me hizo algunas críticas desde el punto de vista histórico acerca del carácter
lineal que tenía el desarrollo del curso de la magia tal y como yo la había
planteado. Él me expuso su propio punto de vista por el cual la magia
ilusionista como tal no sería tan reciente ni habría nacido con Robert-Houdin,
sino que sería mucho más antigua (por lo menos desde hace 3000 años). La
aceptación de su crítica me llevó a replantear el curso de la magia hacia un
modelo más evolutivo (en ramas) que lineal y que es el que aparece en esta
versión final del texto.
Julio D. Enguita también me planteó algunas dudas
sobre esta teoría de la esencia genérica de la magia, en concreto respecto del
núcleo que yo establecía y de que la magia ilusionista tenga relación con la
magia arcaica, ya que la magia ilusionista consiste y surge de técnicas
verdaderas y de verdaderas técnicas (basadas en la distinción vida interna y
vida externa) pero la magia arcaica es una técnica irracional y no habría en
ella distinción entre vida interna y vida externa propiamente, dada la falsedad
(irracionalidad) de su “técnica”. Este comentario, aunque me hizo
replanteármelo, me llevó a reformular el núcleo de la magia y a proponer la
teoría de la esencia genérica como hipótesis (y no como tesis) junto a otra
hipótesis que sería a la que apuntarían sus comentarios: la del origen
independiente de la magia ilusionista respecto de la arcaica. En cualquier caso,
ambas sí estarían relacionadas, ya fuera genéticamente (como fases del curso
del mismo cuerpo) o en función de la relación de parodia que me parece que hay
entre la magia ilusionista con respecto de la magia arcaica y fraudulenta (prestigiosa
o como posibilidad).
Lo anterior llevó a revisiones de ese primer
borrador. Sin embargo, para entonces ya había releído multitud de textos de
Gustavo Bueno y otros autores materialistas, y leído otros que fui descubriendo
a partir de aquellos, que me llevaban a encontrar más relaciones entre ideas
del Materialismo Filosófico con cuestiones mágicas. Aquí debo destacar la
influencia de Ricardo Rodríguez. A raíz de sus vídeos de El dedo en la Llaga (2022-23) supe de su conocimiento del Materialismo
Filosófico y le envié el borrador de aquel primer texto que había escrito. Los
comentarios y halagos que le hizo fueron tales que me animaron a continuar
indagando en las sendas y preguntas que se me iban abriendo. Eso me llevó a
escribir otro texto que son las partes tercera y cuarta de este trabajo,
centradas ya en la magia ilusionista como tal y especialmente en la Teoría
Estructural de Arturo de Ascanio.
Una de esas cuestiones, y que ya había comentado
con Ricardo Rodríguez, era la de analizar los juegos de magia como ceremonias a
partir de la Idea de
Ceremonia de Gustavo Bueno (1984). A su vez, eso conducía a distinguir las
clases de materiales antropológicos en la magia (las personas, los objetos y
acciones, y las ceremonias como una figura especial de acciones o haceres
humanos). Esta es la tercera parte de este texto.
Me quedaban otra serie de preguntas que, en
principio, se me hacían cuesta arriba: si la magia podía considerarse una
técnica, una ciencia y un arte y en qué sentidos. Se me hacían cuesta arriba
por su enorme dificultad para mí, especialmente lo referente a la ciencia y al
arte. Considerar la relación magia-ciencia suponía adentrarse en la Gnoseología
materialista (la Teoría del Cierre Categorial, parte central del Materialismo
Filosófico) pero que es de las disciplinas más áridas y difíciles para mí. En
cuanto al arte, eso llevaba a la Filosofía materialista del Arte, una parte de
la filosofía que el propio Gustavo Bueno no había desarrollado tal cual y que
ahora mismo se encuentra en discusión y polémica entre los propios filósofos
materialistas de su escuela. Y, desde luego, no iba a llegar yo ahora a
resolverla. En conversaciones con Ricardo Rodríguez llegué a decirle que no me
veía capaz de meterme en esos berenjenales. Pero la insistencia y el ánimo de
Ricardo, y que terminar lo que ya había comenzado se estaba convirtiendo en un
reto para mí, me hicieron leer y leer sobre esos asuntos.
Aquí la clave vino de la mano de Julio Enguita. Hablando
con él, me comentó acerca de los desarrollos originales que David Alvargonzález
venía haciendo de esas cuestiones y advirtiéndome de su carácter polémico. Siguiendo
sus indicaciones, leí los textos de Alvargonzález sobre técnica, ciencia y arte
y fueron otra revelación más. David Alvargonzález tiene el mérito y la virtud
de escribir de forma a la vez rigurosa y muy clara, algo que es de agradecer
entre la maraña de textos excesivamente abstrusos que pueblan la bibliografía
del Materialismo Filosófico. Conforme los leía, me venían aplicaciones directas
a la magia ilusionista. Eso hizo que me pusiera a redactar lo que es la cuarta
parte de este trabajo sobre la magia como técnica, ciencia y arte.
El último capítulo es un bonus (como en los discos musicales) porque no sabía donde
colocarlo exactamente. Procede de un texto sobre deontología de la magia que
había enviado a Ricardo Sánchez por si quería incluirlo en su revista digital El cuélebre donde ya me había publicado antes otro texto (Carmona, 2022). El
texto que aparece aquí toma a ese otro como base pero está re-redactado en
términos del materialismo filosófico, a diferencia del original que no hacía
referencia a este y era más sencillo. Esto me permitía redondear esta Filosofía
de la Magia con referencias a la filosofía ética y moral.
El resultado final es el texto que tienes ahora
mismo ante ti. Solo algunas precisiones más. Este libro está dirigido a magos (aficionados
o profesionales) a quienes se les presupone conocimientos de teoría mágica,
especialmente de las teorías de Ascanio, Tamariz y Gabi Pareras, y a cuyos
textos nos referiremos constantemente. No hacemos la misma suposición en cuanto
a la filosofía y al Materialismo Filosófico (MF). En este sentido, el libro
pretende ser una introducción a la filosofía, y en concreto a la filosofía
materialista, tomando a la magia como hilo conductor.
Debo aclarar que la utilización exclusiva y
sistemática del Materialismo Filosófico en esta obra no hace que me “case” con
esa filosofía, más bien es una relación de conveniencia. He utilizado el
Materialismo Filosófico de un modo instrumental para el fin de comprender mejor
la magia, y porque considero que ofrece las herramientas más apropiadas para
este cometido. Eso no significa que esté totalmente de acuerdo con el
Materialismo Filosófico en todos sus extremos y detalles ni con todas sus
teorías ni conclusiones. Es más, el propio Materialismo Filosófico muestra
polémicas internas y cuestiones abiertas que todavía están lejos de resolverse,
así como posibilidades de diversos desarrollos, a veces no solo distintos sino
contradictorios unos con otros. Digamos que, si bien comparto su orientación
materialista y sus ideas principales, no así todas y cada una de sus teorías,
análisis ni conclusiones, e incluso mantengo ciertas dudas respecto de algunos
temas centrales e importantes que no es cuestión aquí ni ahora de entrar en ellos.
También es de justicia reconocer que la exposición y aplicación a la magia de
algunas teorías del MF pueden ser inexactas o estar directamente equivocadas. Eso
se debe a mi propia impericia y formación autodidacta en esta filosofía, y
agradezco cualquier corrección o comentario crítico en este sentido.
Dado el público lector al que va dirigido este
trabajo, y el uso instrumental, divulgativo e introductorio que se hace de la
filosofía materialista, procuraremos usar solamente la filosofía que sea
necesaria (aunque será mucha) y del modo más accesible posible. El MF es una
filosofía sistemática y potente que utilizaremos precisamente por eso, pero que
es sumamente compleja y complicada. Utiliza su propia terminología, a veces con
neologismos o dando a ciertos términos significados distintos a los usuales, aunque
coherentes dentro del propio sistema filosófico en el que se insertan. Aquí no
quedará más remedio que utilizarlos, intentando explicarlos lo mejor posible y,
si acaso, con notas a pie de página cuando sea necesario.
Hay
que añadir que tampoco hay obras de divulgación de dicha filosofía que sirvan
para iniciarse en ella. Tan solo, si acaso, el cómic de Juan José Méndez
(2014): Panfleto materialista:
La filosofía. Es también recomendable el libro de texto del propio
Gustavo Bueno: Symplokhé. Filosofía. 3º BUP (1991) por la visión de
conjunto que ofrece. De todas formas, la obra de Gustavo Bueno es directamente
accesible en gran parte gracias a la página web de Filosofía.org y de la Fundación Gustavo Bueno y otras webs
relacionadas.
Enlace a Filosofía de la magia (full text) para su descarga

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