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MAGIA MUNDANA Y MAGIA ACADÉMICA
Andrés Carmona Campo
andrescarmonacampo@gmail.com
Índice:
Introducción
1. Mundano
y académico: primera aproximación
2. Conceptos
conjugados
2.1. Esquemas
metaméricos de reducción
2.1.1. De
lo mundano a lo académico
2.1.2. De
lo académico a lo mundano
2.2. Esquema
diamérico
3. Magia
mundana y magia académica
3.1. De
la magia mundana a la magia académica
3.2. De
la magia académica a la magia mundana
3.3. Esquema
diamérico de la magia mundana y académica
3.3.1. La
magia académica A y la magia mundana C
3.3.2. La
magia mundana C y la magia mundana D
3.3.3. La
magia académica A y la magia académica B
3.3.3.1. La magia para magos y la magia hasta para magos.
3.3.3.2. La magia académica B2
Bibliografía
Introducción
Mientras tanto, el concepto de
filosofía sólo constituye un concepto de escuela, a saber, el de un sistema de
conocimientos que sólo se buscan como ciencia, sin otro objetivo que la unidad
sistemática de ese saber y, consiguientemente, que la perfección lógica
del conocimiento. Pero hay también un concepto cósmico (conceptus cosmicus)
de la filosofía que siempre ha servido de fundamento a esta denominación,
especialmente cuando se lo personificó, por así decirlo, y se lo representó
como arquetipo en el ideal del filósofo. Desde este punto de vista, la
filosofía es la ciencia de la relación de todos los conocimientos con los fines
esenciales de la razón humana (teleología rationis humanae), y el
filósofo es un legislador de esa misma razón, no un artífice de ella. En tal
sentido demostraría una gran arrogancia el llamarse a sí mismo filósofo y
pretender igualarse a un prototipo que sólo se halla en la idea. El matemático,
el naturalista, el lógico, por muy sobresalientes que sean los progresos de los
primeros en el conocimiento racional y por mucho que avancen los segundos,
especialmente en el terreno filosófico, son meros artífices de la razón. En el
ideal se encuentra el maestro que los une, que los utiliza como instrumentos
para promover los fines de la razón humana. Sólo a ese maestro deberíamos dar
el nombre de filósofo (Kant, KrV: A838-839/B866-867)[1].
En su famosa Crítica de la razón pura, el filósofo
Immanuel Kant establece la distinción entre filosofía cósmica y filosofía
escolar (escolástica), y que el filósofo español Gustavo Bueno redefinió como
filosofía mundana y filosofía académica. Para Kant, la primera era la
legisladora de la razón, mientras que la segunda solo era su artista. Aquí
vamos a seguir estas ideas para distinguir una magia mundana de otra magia
académica, lo que pensamos que nos será útil más tarde para aclarar otras
cuestiones de teoría mágica y de calidad de la magia. ¿Es necesaria la teoría
mágica? ¿Caben reglas teóricas en magia? ¿Hay que hacer la magia que quiere el
público? ¿Hay una magia culta y una magia vulgar?
1.
Mundano y académico: primera aproximación
La distinción entre filosofía mundana y académica es la diferencia
entre la filosofía que se hace en el mundo y la que se hace en la Academia. La
filosofía mundana es la que hace cualquier persona que hace filosofía sin
dedicarse a ella de un modo especialista. Es la filosofía espontánea que pueda
tener cualquier hijo de vecino, ya sea una persona analfabeta o ya sea un
científico. La filosofía académica es la que se hace de un modo profesional por
especialistas en la materia. Procede del nombre de la escuela de Platón en
Atenas: la Academia. La alegoría platónica que expresa esta idea es la del mito
de la caverna: en el interior de la caverna los prisioneros confunden las
sombras con la realidad, mientras que fuera de la caverna el filósofo puede ver
las cosas tal y como son realmente.
|
|
Academia (fuera de la caverna) Realidad |
|
|
↑ ↑ ↑ Mundo (dentro de la caverna) Apariencias |
||
Profundizando un poco más, diremos que la filosofía mundana
es la “filosofía ambiente” que hay en una sociedad determinada (o grupo
determinado) y que es más o menos compartida por ese grupo. Está compuesta por
una serie de Ideas, aunque sean vagas y difusas, y de teorías, que pueden ser
variadas y aún contradictorias, pero que constituyen la nebulosa de donde
extraen sus reflexiones filosóficas cuando hablan acerca de lo que es
algo (de su esencia o naturaleza), de lo que es justo o
injusto, de lo que es arte o no es arte, etc. La filosofía académica es
la que trabaja con esas mismas Ideas y teorías pero de un modo sistemático,
riguroso, coherente.
La distinción mundano-académico puede aplicarse, en
principio, a cualquier disciplina. Así, sería mundano el conocimiento que
cualquier persona tiene (y que está más o menos generalizado en su sociedad)
respecto de cualquier materia de la que él mismo no sea experto. Y sería
académico el conocimiento especializado y sistemático sobre esa misma
disciplina. Así habría un Derecho mundano y otro académico, un arte mundano y
otro académico, una música mundana y otra académica, etc.
La contraposición mundano-académico podría ponerse en
correspondencia (que no es lo mismo que identidad) con otras dicotomías como
las de profano y sagrado, popular-elite, vulgar-noble, amateur-experto. Mundano
también podría corresponderse con “popular” en el sentido que tiene folk
en el ámbito anglosajón al hablarse de folk-psychology (psicología
popular) o folk religion (religiosidad popular), Así, existiría una
versión “popular” (folk), mundana, de cualquier disciplina (académica).
El par mundano-académico también podría relacionarse con
otros pares como ejercicio-representación, práctica-teoría, espontáneo-reflexivo,
base-estructura, materia-forma, etc. Esto nos llevaría a lo que Gustavo Bueno
llamaba “conceptos conjugados” (Bueno, 1978). Pares de conceptos (A y B) cuya
relación no es la típica de contradicción, contrariedad ni correlación, sino la
de conjugación. Dicha conjugación puede ser metamérica o diamérica. La
conjugación metamérica es del tipo de las dicotomías que hemos dicho antes:
tomamos cada concepto como un todo enterizo (sin partes) y los confrontamos
como tales (A vs B). En la conjugación diamérica lo que hacemos es que “troceamos”
a uno de ellos (A) en sus partes componentes (a1, a2,
a3… an) y usamos al otro (B) como el nexo de unión de
esas partes.
Bueno estableció varios esquemas metaméricos y uno diamérico (que es la opción más adecuada). De los metaméricos vamos a considerar solamente el de reducción. El esquema diamérico será el circular o dialéctico.
2.1. Esquemas metaméricos de reducción
Un esquema de reducción de conceptos conjugados (A y B) es
aquel que reduce uno de los miembros del par al otro, entendiendo por
“reducción” que prioriza, privilegia, da más importancia a uno que al otro,
llegando a veces a entender que el reducido no es más que un epifenómeno, resultancia,
apariencia o espejismo del otro. En nuestro caso, cabrían dos opciones de
reducción: de lo mundano a lo académico o de lo académico a lo mundano.
2.1.1.
De lo mundano a lo académico
De lo mundano a lo académico sería el esquema de reducción
que entiende lo mundano como una deformación, perversión o degeneración de lo
académico. La prioridad o privilegio es de lo académico, y lo mundano
aparecería como una popularización por simplificación suya. Las teorías se
elaborarían en la Academia, donde se mantendrían más o menos en estado puro o
correcto, pero después pasarían al mundo (fuera de la Academia) donde se
“profanarían” en versiones simplificadas, estereotipadas y, en definitiva,
falseadas. Así, por ejemplo, el Jesús de la religiosidad popular (mundano) sería
tan distinto de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad de la teología
(académica) que ni María Santísima, siendo su madre, le reconocería.
Esta reducción, llevada a su extremo, conduce al elitismo y
la conciencia de superioridad del grupo experto (culto, avanzado, noble)
respecto del profano (inculto, atrasado, vulgar). Esta tensión se aprecia en
las contradicciones entre lo comercial y lo artístico, por ejemplo, como cuando
se contrapone el cine o la música comercial (popular, de masas) con sus
contrapartidas más minoritarias pero para “entendidos” (elites, vanguardias).
2.1.2.
De lo académico a lo mundano
La reducción de lo académico a lo mundano sería igual pero
en sentido inverso. Ahora la prioridad o privilegio es de lo mundano o popular
frente a lo académico considerado como pedante, como cursi, como mero esnobismo:
querer aparentar lo que no hay, y querer parecer que se es más de lo que se es
por desprecio de lo que realmente es y está bien. Lo académico es pura fachada,
ruido sin nueces. En lo mundano como popular y espontáneo habría una sabiduría,
un saber-hacer, que ya estaría bien tal cual y lo académico sería una forma de
elitismo y, llevado al extremo, de etnocentrismo, colonialismo e imperialismo
cultural que no respetaría a las culturas autóctonas y querría imponer unos
modelos supuestamente superiores (académicos) sobre otros (mundanos) tomados
como inferiores, atrasados o incultos.
La idea ya se encuentra en el poeta del siglo XIII Gonzalo
de Berceo, que en su Vida de santo Domingo de Silos dice: “Quiero hacer
una prosa en román paladino, en el que suele el pueblo hablar a su vecino” (Quiero
fer una prosa en román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su veçino).
Se refiere a las lenguas romances, las habladas por el pueblo llano, en
contraposición al latín “estándar” que seguía usando el clero y los
intelectuales (y que no entendía ese pueblo llano). Recordemos que el latín fue
la lengua académica hasta bien entrada la modernidad, y que las misas todavía
se daban en latín en el siglo XX hasta el Concilio Vaticano II. Pues bien, lo
mundano sería lo que se hace en román paladino, lo que hace cualquiera,
mientras que lo académico sería lo que se hace “en latín” y solo entienden los
“entendidos” en la materia.
Ambos esquemas de reducción también subyacen en otras
dicotomías como las de naturaleza-cultura y cómo se entienda: si lo natural es
algo negativo que hay que esconder y superar con la cultura, o si es algo
positivo que tan solo hay que depurar con la cultura pero siguiendo su ritmo.
En relación a la educación: si su función es dominar y domesticar al “animal”
que lleva el niño dentro, o si consiste en facilitar que surja y se exprese ese
“yo interior”, su propia naturaleza, de la mejor forma posible.
2.2. Esquema diamérico
El esquema diamérico, a diferencia de los anteriores,
segmenta uno de los dos conceptos (por ejemplo, el A en a1, a2,
a3… an) y utiliza al otro (B) como su nexo interno de
unión. En otras palabras, B no es sino la misma unión de A (de los “trozos” de
A). De esta forma, ninguno de los dos elementos, A y B, tiene prioridad sobre
el otro sino que se influyen mutuamente, como ahora veremos, y la relación
entre ellos no es gratuita ni externa sino necesaria e interna. Para verlo más
despacio, vamos a dar un rodeo por Immanuel Kant. Su forma de entender la
relación entre la filosofía mundana y académica (cósmica y escolástica, en su
terminología) podemos decir que era una versión moderada del esquema de
reducción de lo académico a lo mundano.
Para Kant, la filosofía mundana (cósmica) era la legisladora
de la razón, mientras que la académica (escolar o escolástica) era su artista.
Esto significa que la filosofía mundana es la que marca por dónde debe ir la
razón, y no la académica, cuya cometido es depurar, pulir técnica o
artísticamente a la razón en ese camino que, recordamos, le marca la filosofía
mundana. La distinción es similar a la que podemos establecer entre el poder legislativo
y el poder ejecutivo en política: el poder legislativo está en el Parlamento,
que es quien decide las leyes, y el poder ejecutivo está en el Gobierno, cuya
misión es concretar y llevar a cabo esas leyes del Parlamento. Es decir, el
Gobierno no legisla, no hace las leyes, sino que las ejecuta, las lleva a cabo
a través de otras normas que las concretan (los Decretos, las Órdenes, las
Instrucciones…) y de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
Para Gustavo Bueno, la distinción kantiana se basa en las
Academias que empiezan a surgir en su época (siglo XVIII) como las Academias de
las Artes y las Ciencias, o la Real Academia Española (RAE). El lema de la RAE
es: “Limpia, fija y da esplendor”, en referencia a la lengua española. Nótese
que no dice “legisla”, “ordena” o “manda”. Es ya un tópico decir que la RAE no
prescribe cómo debe hablarse sino que tan solo describe cómo se habla y nos
indica cómo hacerlo de la mejor manera posible. Así, habría una lengua mundana,
la que hablamos todos los días, y otra académica que es esa misma mundana pero
ya fijada, limpiada y con esplendor.
Para Gustavo Bueno, la distinción kantiana es oscura y
confusa y procede a su reelaboración en sentido materialista y dialéctico,
optando por la alternativa diamérica para entender lo conceptos conjugados de
mundano-académico.
Para Bueno, la distinción kantiana es topológica, se refiere
a los lugares desde donde se hace la filosofía: si desde dentro o desde fuera
de la Academia, entendida esta como Universidad o institución análoga. Pero ese
criterio no es propiamente filosófico. Bueno propone el criterio de
sistematicidad. Lo “académico” de la filosofía procede de la Academia de Platón
en Atenas, y allí se elaboraba la filosofía de manera sistemática, en forma de
sistema, y no de forma desorganizada ni incoherente. Por tanto, la filosofía
académica es la que es rigurosa por sistemática, independientemente de que se
haga en una Universidad o en una taberna. Y la filosofía mundana sería la
asistemática, la que se hace fuera de un sistema definido, y que es muy
habitual en las facultades de Filosofía de las universidades. En la tabla
siguiente: las filosofías A y B serían académicas, mientras que las C y D
serían mundanas, independientemente de dónde se hagan.
|
Filosofía |
Sistemática (académica) |
No sistemática (mundana) |
|
En la Universidad |
A |
C |
|
Fuera de la Universidad |
B |
D |
Lo ideal sería que la filosofía A fuera la norma en las
facultades, aunque según Bueno, hoy día, la dominante es la C. En las
Universidades no se hace filosofía propiamente, sino si acaso doxografía y
filología: estudio de las opiniones de los filósofos y análisis de los textos
donde las han expuesto, pero sin ningún sistema filosófico de referencia para
dicho estudio y análisis, y es más, rechazando explícitamente utilizar uno
cualquiera, para poder ir “a los textos mismos”, “a las ideas mismas”, sin
anacronismos… o eso dicen.
La filosofía D es la más habitual: es la filosofía que hace
normalmente cualquiera que no sepa mucha más filosofía que la que estudiara en
su día en el instituto (si la estudió). Y la filosofía B es la excepción que se
desarrolla como puede fuera de las facultades universitarias (Gustavo Bueno
procuró que se hiciera en la Fundación que lleva su nombre, otra cosa es que
efectivamente sea así).
La relación entre filosofía mundana y académica es dialéctica. Esto significa que, efectivamente, la filosofía mundana es la legisladora y la académica la artística, pero en otro sentido diferente. La filosofía mundana ofrece a la académica el material que esta debe limpiar y darle esplendor. Pero, después, esta filosofía académica vuelve al mundo, se mundaniza, y transforma a la filosofía mundana, que vuelve a ser depurada por la académica, y así dialécticamente.
Veamos un ejemplo simplificado a efectos didácticos con la
Idea de divinidad. La filosofía mundana genera una Idea de divinidad
politeísta. La filosofía académica trabaja con esa idea depurándola como la
Idea de dios aristotélica (Acto puro). Esta Idea retorna ahora a la filosofía
mundana en la forma de la Idea del dios monoteísta de las religiones
metafísicas (cristianismo, judaísmo e islam). De ahí procede otra crítica
académica que da lugar a la Idea del ser supremo deísta de la Ilustración, por
ejemplo. Dicha idea vuelve a la filosofía mundana como la creencia en un “ser
superior”, “una energía”, “un algo que está ahí” y que la filosofía académica
termina de pulir como ateísmo.
De esta forma, la filosofía mundana sin la académica se
convertiría en mera verborrea, en incoherencia o yuxtaposición arbitraria de
unas Ideas con otras. Pero sin filosofía mundana, la filosofía académica no
tendría ni por donde empezar, le faltaría el material con el que trabajar; se
secaría o se convertiría en filosofía de salón o encerrada en su torre de
marfil, sin contacto con la realidad. Son los extremos de los esquemas de
reducción en un sentido y en el otro.
La filosofía académica no puede ser exenta, separada del
mundo real, sino que tiene que beber y comer de la filosofía mundana, de la que
surge en el mundo cotidiano. Es esa filosofía a la que elabora y da forma, y a
la que transforma a su vez, y de la que vuelve a comer y beber, y así
dialécticamente. De hecho, esta dialéctica está presente en el mito de la
caverna platónico: en él, el filósofo que logra salir de la caverna luego debe
volver a ella y no puede quedarse para siempre fuera.
3.
Magia mundana y magia académica
¿Podemos aplicar esta dialéctica también a la magia? Nuestra
hipótesis es que sí. Si es así, también habría una magia mundana y una magia
académica. Pero ¿cuál sería cada una y cómo se relacionarían?
3.1. De la magia mundana a la magia académica
El esquema de reducción de la magia mundana a la magia
académica sería el siguiente: la magia mundana sería la que realizan los
profanos (el juego de las 21 cartas, por ejemplo) y lo que ellos piensan que
hacen los magos para hacer magia (las mangas, el doble fondo…), y la académica
sería lo que hacen los magos cuando hacen magia, y ambas no coinciden. Aquí
tendríamos el sentido elitista de la magia académica como la magia de quien
sabe “de verdad”, en contraposición a la magia mundana que se basa en
prejuicios e ideas falsas sobre la magia y que, de hecho, se aprovecha de ellos
para “engañar” al público. Este esquema no es correcto por simplista: tiene su
parte de verdad, que los magos saben algo más que los profanos, ese plus que
decía Gabi Pareras:
El prestímano parte de un hecho
evidente: que no viene de Marte. Convive en una realidad común, pero con una
gran ventaja que lo diferencia del profano: sabe algo más de esa realidad
compartida. Por ejemplo: El profano no sabe que la misma acción de levantar una
carta permite levantar dos (…) No conoce el principio de Gilbreath… (Pareras,
2014, 8).
Pero este esquema de reducción se equivoca al sobrevalorar
ese plus: los profanos saben de magia bastante más de lo que piensan los magos,
y los magos no engañan a los profanos tanto como creen.
3.2. De la magia académica a la magia mundana
El esquema de reducción de la magia académica a la mundana
se percibe en aquellas opiniones que reproducen el lema de Barnum: dar al
público lo que quiere recibir. Apostar por lo comercial, por lo que vende, por
lo que gusta, independientemente de cualquier otro criterio, incluso afirmando
que eso es lo adecuado, justo y artístico. Pretender otra cosa sería elitista,
pretencioso o autoengaño, incluso “antidemocrático”. Para eso, habría que estar
en contacto y atentos al público, a sus comentarios, a sus reseñas, a su feedback,
y procurar navegar a su aire: el público sabe lo que quiere y el cliente
siempre lleva razón. A este esquema le pasa lo que al anterior: tiene su parte
de verdad y su error. La parte de razón es que hay que estar en contacto y
atentos al público, y que este no es tan ignorante ni estúpido como pensamos a
menudo desde nuestra atalaya, pero sin llevar al extremo esta verdad porque,
entonces, se convierte en falsedad.
3.3. Esquema diamérico de la magia mundana y académica
Para entender el esquema diamérico, previamente, y siguiendo
a Gustavo Bueno, matizaremos que el criterio de la magia académica (como el de
la filosofía) es el de la sistematicidad. Por tanto, la magia mundana y la
magia académica no se identifican con los profanos y los magos automáticamente,
sino que se cruzan en una matriz:
|
Magia |
Sistemática (académica) |
No sistemática (mundana) |
|
Magos |
A |
C |
|
Profanos |
B |
D |
Con este esquema, la magia académica sería la que es
sistemática, mientras que la magia mundana sería la que es asistemática,
independientemente de que la hagan magos o profanos (o de cómo piensen unos u
otros cómo se hace).
Vamos a entender por magia sistemática la que se ajusta a
algún sistema a la hora de construirse y ejecutarse. Decimos a “algún sistema”
queriendo indicar que se ajuste o tenga en cuenta algunas referencias
teórico-técnicas mínimamente elaboradas y trabadas de forma lógica y coherente.
Obviamente, cuanto más elaborado mucho mejor. En España tenemos la suerte de
contar con el sistema por ahora más potente de todos que es el de la Teoría
Estructural de Arturo de Ascanio, así como otras aportaciones teóricas de
grandísima calidad como las de Juan Tamariz o Gabi Pareras. De esta forma, como
decíamos, será magia académica la que, de alguna forma mínima pero suficiente,
se ajusta a algún sistema. Y será magia mundana la que prescinde de un sistema
definido, ya sea por ignorancia, por espontaneísmo o por lo que sea.
De esta manera, habrá magia sistemática hecha por magos (A) e
incluso puede que por profanos (B) (tal vez no tanto hecha cuanto que pensada a
la hora de reflexionar sobre cómo se habrá hecho un juego de magia).
Obviamente, habrá más casos de A que de B. Y también habrá magia mundana hecha
y pensada por profanos (D) pero también por magos (C). De nuevo, es obvio que
habrá más casos de D que de C.
Hay que señalar también que esta clasificación es de tipos
puros weberianos, es decir, que sirve a efectos de análisis, pero que sería
difícil encontrar ejemplos puros en la vida real: lo más habitual es que los
casos concretos y reales contengan elementos de cada tipo en diversas
proporciones, siendo alguna la preponderante.
3.3.1.
La magia académica A y la magia mundana C
La magia de tipo A es la magia académica hecha por magos. Es
decir, la magia elaborada y ejecutada por magos y siguiendo algún sistema
teórico-práctico. El ejemplo por excelencia sería el de Arturo de Ascanio y
todos los magos que siguen su Teoría estructural. Y si no esta teoría,
cualquier otra más o menos elaborada y rigurosa.
La magia de tipo C es la que pueda hacer cualquier mago que
prescinda de la teoría mágica. Es un tipo de magia espontanea o que se deja
llevar por lo que funciona, pero que no hace un uso consciente de la teoría, e
incluso que se resiste a hacerlo y lo rechaza. Hay que advertir que este tipo
de magia no tiene por qué ser peor que la de tipo A, de hecho, ha sido la más
habitual y fue la única hasta que empezaron a realizarse teorizaciones por
parte de Maskelyne, etc. Pero esto hay que matizarlo. La relación entre teoría
y práctica también es conjugada, y el esquema correcto es el diamérico: no hay
práctica sin teoría ni teoría sin práctica, ambas se influyen dialécticamente. Toda
práctica implica una teoría (consciente o inconsciente, elaborada o no) que
sirve de nexo de unión a las “partes” de esa práctica (a sus diferentes pasos o
fases). Y toda teoría no es sino la articulación de unas prácticas, la relación
entre ellas. La ventaja de la teorización es que explicita esa relación de las
partes prácticas y ahorra tiempo y esfuerzo. Es como la relación entre el puro
ensayo-y-error y el método científico: este no es sino una versión depurada de
aquel, pero eso mismo le hace mucho más eficiente. El ensayo-y-error puede ser eficaz
(lograr sus objetivos) pero el método científico, además, es eficiente
(logra los objetivos con la mejor proporción medios-fines, costes-beneficios).
De la misma forma, la magia C puede ser eficaz, y la A es además eficiente.
La parte de verdad que pueda tener el esquema de conjugación
metamérico por reducción de la magia mundana a la académica está aquí: que la
magia académica A depura a la magia mundana C; la fija, la limpia y le da
esplendor. Que es lo que hizo Ascanio. Recordemos que él mismo decía que él no
había inventado nada, sino que tan solo había explicitado lo que ya se sabía y
se venía haciendo desde muchísimo antes, pero llevándolo a otro nivel, al nivel
consciente y reflexivo (de C a A). De alguna manera, Ascanio fijó, limpió y dio
esplendor a esa magia.
Las [ideas] que
he expuesto aquí no son producto de elucubraciones gratuitas, más o menos
bonitas. Como siempre que teorizo, he partido de juegos y problemas concretos,
y me he limitado a generalizar (previa su concepción y hasta bautizo) los
principios válidos descubiertos. Por ello, pienso que tienen validez y
aplicabilidad general, según el método socrático nada menos (ab esse ad nosse,
valet conscquentias). ¡Toma ya! El arte consiste en someter lo
espontáneo a lo consciente. (Juan Ramon Jiménez). Y el arte del
Ilusionismo, también. Quien se someta a esa disciplina logrará una Magia más
depurada, más artística. Y de eso se trata. (Ascanio, “Psicología del empalme:
Conclusiones”, en Etcheverry, 2000, 81-82).
Aquí el problema estaría en llegar al extremo de privilegiar
tanto la teoría (lo académico) que se perdiera de vista lo mundano:
obsesionarse tanto con la teoría y su perfección que nos desconectáramos de la
realidad, del público y de la magia realmente existente. Es como el filósofo
que pretende filosofar aislado del mundo, en lo alto de una montaña: hará
reflexiones muy interesantes, sin duda, pero eso no puede denominarse filosofía
sino metafísica. La filosofía (y la magia) académica bebe y come de la mundana,
pero como la mundana cambia, si no hay contacto entre ellas, la académica se
petrifica, se congela, se encierra en sí misma. Esa teoría se convierte en dogmatismo
y deviene inservible y hasta perjudicial. Tal vez el rechazo de parte de los
magos a la teoría sea, en realidad, más un rechazo a este dogmatismo que a la
propia teoría en sí. El contacto con la realidad (con lo mundano) es inevitable
y necesario, y en ese sentido la magia mundana es la legisladora y la académica
su artista, sin caer en el extremo contrario del reduccionismo de lo académico
a lo mundano.
Ese otro reduccionismo es el de quien, desde C, reniega de
toda teoría e incluso la considera perniciosa y no solo innecesaria. Aquí hay
que decir que quien hace esto se autoengaña. Es como la “paloma de Kant” que
pensaba que volaría más alto si no hubiera gravedad, y no entendía que si
volaba era gracias a la gravedad y no a pesar de ella. De hecho,
muchos de estos magos antisistemáticos posiblemente sean mucho más sistemáticos
en ejercicio de lo que creen (similar a Nietzsche, cuya filosofía es, de hecho,
muy sistemática, aunque él mismo renegara de los sistemas). Otras veces, ese
autoengaño toma la forma de “a-mí-me-funcionalismo”: “A mí me funciona la magia
que hago tal y como la hago y sin haber leído a Ascanio”. Aquí el autoengaño es
que, aunque no haya leído a Ascanio, está ejercitando sus teorías (y en ese
sentido es por lo que le funciona su magia). Simplemente porque, si no, no le
funcionaría: no se puede hacer bien un juego de magia si hay paréntesis
anti-contraste, por ejemplo. En el peor de los casos, ese autoengaño es una
mera disonancia cognitiva para no reconocer la propia pereza o mediocridad, aun
cuando eso pueda seguir “funcionando”: se puede hacer magia relativamente
pasable, e incluso vivir de ella, pese a ser magia pobre en términos de calidad
(lo que es también habitual en cualquier otro ámbito profesional: restaurantes,
informática, docencia, judicatura, etc.). En este caso sigue habiendo teoría de
fondo, lo que pasa es que suele ser mala teoría, una mezcolanza teórica sin
orden ni coherencia.
3.3.2.
La magia mundana C y la magia mundana D
La magia mundana es la que se realiza o se piensa de forma
no sistemática. La del tipo C es la de los magos que hacen magia sin conciencia
de un sistema de referencia (aunque ya hemos visto que, de alguna forma, un
sistema sí que tienen, aunque sea ecléctico y caótico). Por magia mundana de
tipo D nos referimos a la magia que pueda hacer o pensar cualquier persona que
no sea mago y que no sepa prácticamente nada de magia (porque si tuviera un
cierto conocimiento sistemático mínimo ya estaríamos en el tipo B). Decimos
hacer o pensar porque queremos incluir los juegos de magia que suelen hacer los
profanos (el de las 21 cartas, la asamblea real…) y también la manera en la que
piensan que los magos hacen los juegos, aunque ellos mismos no puede hacerlos
así por falta de habilidad o lo que sea. La diferencia entre esta magia y la
magia de tipo B es que la de tipo B está mucho más cerca de conocer cómo son
los trucos que la de tipo D. La de tipo D es mucho más prejuiciosa, anticuada o
desfasada que la de tipo B. Así, por ejemplo, la magia mundana de tipo D es la
que piensa los trucos en términos de doble fondo, compinches, mangas, cartas
repetidas o trucadas e incluso mecanismos que solamente existen en su
imaginación (como cuando los profanos cogen una carta normal y le dan
golpecitos como esperando que se dispare algún resorte o algo que explica el
pintaje que acaban de ver). En cuanto a los juegos de magia que realizan estos
profanos podemos decir que son del tipo de los que ha recopilado Armando de Miguel
en Los clásicos populares de la magia (2015). Su técnica se basa en
algunos de los métodos que hemos dicho, o en otros puramente automáticos, y
suele ser pobre o rudimentaria (por ejemplo, una carta corrida mal hecha). Pero
aquí decimos pobre y rudimentaria en el mismo sentido en el que sería pobre y
rudimentaria la argumentación en su defensa que podría hacer cualquier
ciudadano ante un juez, comparada con la que podría hacer su abogado (de ahí
que se diga en Derecho que “solamente un loco se representaría a sí mismo en un
juicio” en vez de contratar un abogado).
La magia C (y por supuesto la A) puede “engañar” fácilmente
a la magia D precisamente porque sabe más. Ese algo más que decía Gabi Pareras
en Más allá del método. La diferencia es que la magia A lo hace
sistemáticamente, sabiendo cómo y porqué, mientras que la C no. La magia C sabe
que algo funciona, pero no cómo y ni porqué.
A pesar de todo lo dicho, no hay que despreciar a la magia D,
especialmente en lo que concierne a cómo piensan que se hace la magia.
Recordemos que si un espectador piensa que sabe cómo se hace un truco, da igual
si efectivamente es así o no en la realidad. Por eso es muy importante conocer
esta magia de tipo D, saber qué piensan los espectadores, qué conocimientos
tienen, qué expectativas, qué humor les divierte, qué les asombra, etc. Y es
que en este sentido es también en el que la magia académica se nutre de la
mundana. Y no olvidar que la magia mundana es dinámica y cambia con el tiempo.
Por ejemplo, sacar un conejo de un sombrero pudo ser un juego excelente en su
momento cuando, en un contexto de escasez de alimentos, sacar un conejo de la
nada era el deseo de todo hijo de vecino muerto de hambre. Hoy día ya no
vivimos en ese contexto. En su momento pudo ser gracioso el humor basado en el
ridículo, en los prejuicios, en el machismo…, hoy día sería un suicidio usar
ese mismo tipo de humor de otras épocas no tan lejanas. Si Robert-Houdin es
considerado el padre de la magia moderna, entre otras cosas, es porque supo
adaptar la magia a su época, y en concreto a la sociedad burguesa y opulenta
que podía pagar por su magia y que ya conocía los dobles fondos, las mangas o
los compinches. De ahí, por ejemplo, su cambio de indumentaria: no solo porque el
frac le igualaba a los trajes de los burgueses, sino porque el frac impedía el
uso de los faldones y las mangas que era más habitual en los disfraces tipo
mago Merlín que usaban los magos de feria ambulante para ocultar las
apariciones y desapariciones.
En nuestro caso, es necesario saber de dónde procede el “conocimiento”
mundano que el público tiene de la magia. La mayoría de la gente no ha acudido
nunca a un teatro o sala especializada a ver magia, y la que ha visto ha sido
ocasionalmente en contextos infantiles, en televisión o en internet. Y eso
condiciona la manera en la que piensan que se hace y funciona la magia. Las
cajas de magia tipo Magia Borrás, han “educado” a casi todo el mundo sobre cómo
funciona la magia. En su día, los especiales de televisión de David Copperfield
condicionaron ese conocimiento mundano de la magia, y en nuestro contexto Juan
Tamariz y sus programas de televisión. Y nos guste más o menos, más
recientemente lo han hecho el mago enmascarado o Dynamo, o programas como Got
Talent o Fool Us. Sin olvidar internet y la inmensa cantidad de
canales donde se difunden juegos de magia muy mal hechos o directamente
destripados. Esto implica que ciertos gimmicks y técnicas que antes eran
totalmente desconocidos por el público general hoy día pueden no serlo tanto.
Esta atención a lo que piensa el público, y sobre todo, a
cómo piensa que se ha hecho el truco, es lo que llevó a Rick Johnson[2]
a su teoría del “demasiado perfecto” y a Juan Tamariz a la suya de “las pistas
falsas” (Tamariz, 1987).
La teoría de Tamariz nos dice que debemos tratar de imaginar
las posibles soluciones que el espectador dará al juego para ir eliminándolas,
de modo que finalmente solo quede como única “solución” la magia. Por ejemplo,
nos remangamos para eliminar la solución de que se usan las mangas, damos
golpecitos a la carta para remarcar su “unicartidad”, etc. Por su parte,
Johnson había dicho que un juego así sería demasiado perfecto, tanto, que un
espectador podría llegar a deducir el auténtico truco por eliminación de los
demás, o a imaginar alguno que, aunque no fuera el real, pareciera que sí (un
compinche, o una baraja trucada “de alguna forma”). Para eso, Johnson
recomendaba hacer los juegos un poco imperfectos para desviar la solución del
espectador hacia una explicación falsa pero que nos pareciera aceptable como
magos (por ejemplo, una habilidad increíble). Juan Tamariz, por su parte,
asumía que el espectador no permanecerá mucho tiempo pensando que lo que ha
presenciado es magia, y que buscará alguna explicación, y para eso nos hizo
pensar lo que llamó la “solución-efecto”: hacer un listado de posibles
explicaciones a las que llegará el espectador y que nos parezcan adecuadas en
tanto que ellas mismas son un efecto mágico también (o de alguna forma), por
ejemplo, que todo ha sido producto de una especie de hipnosis por parte del
mago.
También es importante conocer qué piensan los profanos en el
sentido de qué sienten al ver magia, qué aprecian, qué valoran, qué les gusta
más o menos, y saber que esto también es dinámico y cambia con el tiempo. Por
ejemplo, a principios del XX, Harry Houdini podía mantener la atención en vilo
de su público durante minutos y minutos mientras intentaba zafarse de una
camisa de fuerza colgado boca abajo de una grúa, o un mentalista podía andar
con los ojos vendados por entre el público buscando un objeto escondido usando
el cuberlandismo. Pero hoy día tal vez esos mismos juegos resultaran
excesivamente lentos para un público acostumbrado a un ritmo más rápido y a que
pasen más cosas y más deprisa. Algo parecido a las películas de hace décadas y
las de ahora: las más antiguas eran más lentas y con mucho más diálogo, las de
ahora son mucho más rápidas y con menos peroratas. Un estudio muy interesante
en este sentido es el de Joshua Jay sobre los gustos y preferencias de los
profanos con respecto a la magia: What Do Audiences Really Think? (Jay,
2016). Algunas de sus conclusiones es que al público no le gustan tanto los
juegos de cartas, y que prefieren los juegos de sorpresa a los de suspense. Eberhanrd
Riese, en su libro Fundamentos (2011), también insta a escuchar al
público y actuar en consecuencia y, por ejemplo, recomienda encarecidamente
desechar los juegos del tipo sucker.
3.3.3.
La magia académica A y la magia académica
B
La magia académica A es la del mago profesional que
conscientemente mejora teóricamente la magia que hace en la práctica. Pero hay
otra magia académica, la B, que es la de quienes no son magos profesionales
pero tienen un conocimiento académico (por sistemático) de la magia. En su
extremo superior, lo llamaremos B1, estarían todos esos aficionados que no son
magos profesionales (porque no viven de la magia sino de otros empleos) pero que
conocen mucha más teoría mágica que muchos otros profesionales (que serían de
tipo C). Pensemos que Arturo de Ascanio no era mago profesional sino abogado, y
que Gabi Pareras durante un tiempo compaginó el estudio de la magia con empleos
que le permitieran facilidades para ese estudio a la vez que le proporcionaran
un sueldo para vivir. En el extremo más bajo (B2) estarían aquellas personas
que, sin ser ni tan siquiera aficionados, sí que saben bastante de magia (por
lo que sea: porque les gusta, porque han visto a muchos magos, porque conocen a
algunos magos, por curiosidad…), lo suficiente para distinguir cuando lo ven
(aunque no sean capaces de hacerlo ellos mismos) un double lift, una
carta corrida, un forzaje o un falso depósito. Este tipo de público es muy
distinto al del tipo D. Sabe distinguir buena magia de magia mediocre,
difícilmente se dejará “engañar” por la magia de tipo C y sabe apreciar la
magia de tipo A.
En cuanto a B1, tendríamos al público de la “magia para magos”.
El público B2 es el que puede acudir a salas especializadas en magia buscando
magia de calidad.
3.3.3.1. La magia para magos y la magia hasta para magos.
Hablamos de “magia para magos” como aquella magia que se
hace para un público compuesto exclusivamente por magos: en conferencias,
congresos, charlas, talleres, seminarios, etc. Pero aquí el matiz está en que
no se trata de magos que quieren aprender juegos para luego hacerlos ellos
mismos a otro público profano, sino de magos que buscan asombrarse y tener una
experiencia “mágica” a pesar de ser magos ellos mismos. Esto implica diseñar
este tipo de magia de una manera especial y distinta a la magia para profanos, ya
que los intereses, expectativas, conocimientos, etc., de magos y profanos no
son los mismos. Por ejemplo, los profanos suelen fijarse en el efecto mientras
que los magos tienden a interesarse más por el método. Así, un juego con un
efecto relativamente pobre puede ser muy interesante para un mago si su método
es muy ingenioso, y dejar pasar otro juego de efecto mucho más potente si su
método es más sencillo.
La magia para magos da lugar al dilema sobre si es auténtica
magia o si la verdadera es la que se le hace a los profanos, o si es mejor o
peor una que otra. Podemos decir que son distintas y legítimas cada una en su
ámbito. Aquí el reto estaría en lograr lo que decía Ascanio: en vez de hacer
una magia para profanos y otra para magos, ser capaces de hacer una magia hasta
para magos, es decir, conseguir hacer magia que le gustara a los profanos pero también
a los magos.
Y como en definitiva el ideal no
era ni la Magia para magos, ni la Magia para profanos sino que era hacer una
Magia tan perfecta que incluso gustara hasta a los magos, así pues la verdadera
clasificación es: Magia para profanos y Magia hasta para magos (Ascanio, “Ideas
mágicas: Actuar, estudiar, investigar”, en Etcheverry, 2000, 40).
Esto nos lleva a lo que hemos llamado la magia académica B2.
3.3.3.2. La magia académica B2
El público B2 es un público muy distinto del de tipo D. Es un público profano,
ni siquiera aficionadoa la magia, pero que ya ha visto bastante magia y sabe lo
suficiente, como decíamos, para detectar un double lift o un forzaje por
dribble. Este público es fundamental en magia porque es el que la eleva
de C a A. Este público B2 no se conforma con la magia de C que puede funcionar
con D pero no con ellos. Este público ya es más exigente, busca otra magia más
elaborada. Y eso obliga a la magia C a pasar a la de tipo A. Nótese aquí la
dialéctica: cómo la magia mundana influye en la académica y esta en la mundana
a su vez, y así sucesivamente.
En el esquema de arriba los números indican la calidad de
cada tipo de magia. Una magia mundana 1 da lugar a una magia académica 2 que, a
su vez, eleva a la magia mundana a un nivel 3, que obliga a la magia académica
a mejorar como 4, y así continua el progreso (en teoría, claro, porque este
proceso podría estancarse o incluso involucionar).
El público B2 es el ideal de público que buscaba Ascanio en
su proyecto de dignificar la magia y elevarla a cultura, elevando también la
cultura mágica popular. En sus textos, Ascanio se queja amargamente de la
calidad de la magia de su época e insta a mejorarla. Traducido a nuestros
términos: se queja del nivel C de la magia que tan solo contenta a público D
muy pobre. Ascanio pone el ejemplo de las demás artes:
¿Qué pasa con las demás artes?
¿Qué pasa con la literatura? Existe una literatura culta, una literatura media,
y una subliteratura. (…) Y en el arte de la Magia ¿no puede suceder lo mismo?
Hay una Magia culta, una Magia más sensibilizada, más estudiada, más
evolucionada. (…) Hay una masa de público de magos. ¿Es que no tienen derecho a
que se les haga Magia de calidad, Magia más depurada? Y no solo a los magos,
sino en general a la gente más cultivada, más sensibilizada, con más capacidad
de observación, más educada en el espectáculo mágico. Esos son los que aprecian
una Magia más culta, de mayor calidad. ¿Magia para magos? ¡No! ¡Magia más
culta! ¿Es que hay una Magia para profanos y otra para magos? ¿Es que Slydini y
Fred Kaps hacían una Magia diferente según el público que tuviesen? ¡No! Hacían
lo mismo para los magos y para los profanos (Ascanio, “La técnica: El valor de
la técnica”, en Etcheverry, 2000, 261-262).
El objetivo es mejorar esa magia C para que dé lugar a un
público B2 que obligue, a su vez, a que la magia siga mejorándose en el sentido
de la magia A. Para eso, Arturo de Ascanio junto a otros magos fundaron la Escuela
Mágica de Madrid, cuyo objetivo era mejorar la magia de forma teórico-práctica
y lograr ese público B (B1 y B2) que obligara a seguir mejorando continuamente
la calidad de la magia. Entre otros medios para lograr sus fines, la Escuela
Mágica de Madrid desarrolló la Circular de la Escuela Mágica de Madrid o las
Jornadas del Escorial. En este mismo contexto debemos incluir los grandes
esfuerzos de Juan Tamariz por difundir esa cultura mágica de calidad entre la
población general a través de sus programas de televisión: Magia potagia,
Chantatachán, etc. Resultado objetivo de todo este trabajo es la inmensa
calidad teórico-técnica de la magia española, referente ahora mismo a nivel
mundial.
Bueno,
Gustavo (1978a). “Conceptos conjugados”, en El Basilisco, 1ª época, nº
1, marzo-abril, p. 88-92. Edición digital: https://filosofia.org/rev/bas/bas10109.htm
Bueno,
Gustavo (1995). ¿Qué es la filosofía? Oviedo: Pentalfa. Edición online: https://www.filosofia.org/aut/gbm/1995qf.htm
Bueno,
Gustavo (2016). “Filosofía mundana, académica y sistemática”, en Tesela
nº 130, en internet: https://www.fgbueno.es/med/tes/t130.htm
De Miguel, Armando
(2015). Los clásicos populares de la magia.
Etcheverry,
Jesús (2000). La magia de Ascanio: La Concepción estructural de la magia. Su
pensamiento teórico-mágico. Madrid: Páginas.
Jay, Joshua
(ed.) (2014). Pensar la magia: Lecturas imprescindibles para magos.
Madrid: Páginas
Jay, Joshua (2016).
“What Do Audiences Really Think?”, en Magic Magazine, nº 301, sept.
2016.
Pareras, Gabi
(2014). Más allá del método: Notas teórica-práctica. Grupo Kaps.
Riese,
Eberhanrd (2011). Fundamentos: Puesta en escena. Madrid: Páginas.
Tamariz, Juan
(1987). La Vía mágica. Madrid: Frakson.
[1]
Kant, Crítica de la razón pura, “Doctrina transcendental del método”,
cap. III. Edición de 2005, Madrid: Taurus, p. 471.
[2] El texto de Johnson está reproducido en Jay, 2014, 183-194.



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