sábado, 30 de agosto de 2025

Magia mundana y magia académica (Andrés Carmona)

 

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MAGIA MUNDANA Y MAGIA ACADÉMICA

 

 

Andrés Carmona Campo

andrescarmonacampo@gmail.com

 

Índice:

Introducción  

1.         Mundano y académico: primera aproximación       

2.         Conceptos conjugados          

2.1.      Esquemas metaméricos de reducción           

2.1.1.   De lo mundano a lo académico        

2.1.2.   De lo académico a lo mundano        

2.2.      Esquema diamérico   

3.         Magia mundana y magia académica

3.1.      De la magia mundana a la magia académica          

3.2.      De la magia académica a la magia mundana          

3.3.      Esquema diamérico de la magia mundana y académica     

3.3.1.   La magia académica A y la magia mundana C       

3.3.2.   La magia mundana C y la magia mundana D         

3.3.3.   La magia académica A y la magia académica B     

3.3.3.1.            La magia para magos y la magia hasta para magos.          

3.3.3.2.            La magia académica B2       

Bibliografía    


 

Introducción

 

Mientras tanto, el concepto de filosofía sólo constituye un concepto de escuela, a saber, el de un sistema de conocimientos que sólo se buscan como ciencia, sin otro objetivo que la unidad sistemática de ese saber y, consiguientemente, que la perfección lógica del conocimiento. Pero hay también un concepto cósmico (conceptus cosmicus) de la filosofía que siempre ha servido de fundamento a esta denominación, especialmente cuando se lo personificó, por así decirlo, y se lo representó como arquetipo en el ideal del filósofo. Desde este punto de vista, la filosofía es la ciencia de la relación de todos los conocimientos con los fines esenciales de la razón humana (teleología rationis humanae), y el filósofo es un legislador de esa misma razón, no un artífice de ella. En tal sentido demostraría una gran arrogancia el llamarse a sí mismo filósofo y pretender igualarse a un prototipo que sólo se halla en la idea. El matemático, el naturalista, el lógico, por muy sobresalientes que sean los progresos de los primeros en el conocimiento racional y por mucho que avancen los segundos, especialmente en el terreno filosófico, son meros artífices de la razón. En el ideal se encuentra el maestro que los une, que los utiliza como instrumentos para promover los fines de la razón humana. Sólo a ese maestro deberíamos dar el nombre de filósofo (Kant, KrV: A838-839/B866-867)[1].

En su famosa Crítica de la razón pura, el filósofo Immanuel Kant establece la distinción entre filosofía cósmica y filosofía escolar (escolástica), y que el filósofo español Gustavo Bueno redefinió como filosofía mundana y filosofía académica. Para Kant, la primera era la legisladora de la razón, mientras que la segunda solo era su artista. Aquí vamos a seguir estas ideas para distinguir una magia mundana de otra magia académica, lo que pensamos que nos será útil más tarde para aclarar otras cuestiones de teoría mágica y de calidad de la magia. ¿Es necesaria la teoría mágica? ¿Caben reglas teóricas en magia? ¿Hay que hacer la magia que quiere el público? ¿Hay una magia culta y una magia vulgar?

1.      Mundano y académico: primera aproximación

La distinción entre filosofía mundana y académica es la diferencia entre la filosofía que se hace en el mundo y la que se hace en la Academia. La filosofía mundana es la que hace cualquier persona que hace filosofía sin dedicarse a ella de un modo especialista. Es la filosofía espontánea que pueda tener cualquier hijo de vecino, ya sea una persona analfabeta o ya sea un científico. La filosofía académica es la que se hace de un modo profesional por especialistas en la materia. Procede del nombre de la escuela de Platón en Atenas: la Academia. La alegoría platónica que expresa esta idea es la del mito de la caverna: en el interior de la caverna los prisioneros confunden las sombras con la realidad, mientras que fuera de la caverna el filósofo puede ver las cosas tal y como son realmente.

 

Academia

(fuera de la caverna)

Realidad

 

↑     ↑     ↑

Mundo

(dentro de la caverna)

Apariencias

 

Profundizando un poco más, diremos que la filosofía mundana es la “filosofía ambiente” que hay en una sociedad determinada (o grupo determinado) y que es más o menos compartida por ese grupo. Está compuesta por una serie de Ideas, aunque sean vagas y difusas, y de teorías, que pueden ser variadas y aún contradictorias, pero que constituyen la nebulosa de donde extraen sus reflexiones filosóficas cuando hablan acerca de lo que es algo (de su esencia o naturaleza), de lo que es justo o injusto, de lo que es arte o no es arte, etc. La filosofía académica es la que trabaja con esas mismas Ideas y teorías pero de un modo sistemático, riguroso, coherente.

La distinción mundano-académico puede aplicarse, en principio, a cualquier disciplina. Así, sería mundano el conocimiento que cualquier persona tiene (y que está más o menos generalizado en su sociedad) respecto de cualquier materia de la que él mismo no sea experto. Y sería académico el conocimiento especializado y sistemático sobre esa misma disciplina. Así habría un Derecho mundano y otro académico, un arte mundano y otro académico, una música mundana y otra académica, etc.

La contraposición mundano-académico podría ponerse en correspondencia (que no es lo mismo que identidad) con otras dicotomías como las de profano y sagrado, popular-elite, vulgar-noble, amateur-experto. Mundano también podría corresponderse con “popular” en el sentido que tiene folk en el ámbito anglosajón al hablarse de folk-psychology (psicología popular) o folk religion (religiosidad popular), Así, existiría una versión “popular” (folk), mundana, de cualquier disciplina (académica).

2.      Conceptos conjugados

El par mundano-académico también podría relacionarse con otros pares como ejercicio-representación, práctica-teoría, espontáneo-reflexivo, base-estructura, materia-forma, etc. Esto nos llevaría a lo que Gustavo Bueno llamaba “conceptos conjugados” (Bueno, 1978). Pares de conceptos (A y B) cuya relación no es la típica de contradicción, contrariedad ni correlación, sino la de conjugación. Dicha conjugación puede ser metamérica o diamérica. La conjugación metamérica es del tipo de las dicotomías que hemos dicho antes: tomamos cada concepto como un todo enterizo (sin partes) y los confrontamos como tales (A vs B). En la conjugación diamérica lo que hacemos es que “troceamos” a uno de ellos (A) en sus partes componentes (a1, a2, a3… an) y usamos al otro (B) como el nexo de unión de esas partes.


Bueno estableció varios esquemas metaméricos y uno diamérico (que es la opción más adecuada). De los metaméricos vamos a considerar solamente el de reducción. El esquema diamérico será el circular o dialéctico.

2.1. Esquemas metaméricos de reducción

Un esquema de reducción de conceptos conjugados (A y B) es aquel que reduce uno de los miembros del par al otro, entendiendo por “reducción” que prioriza, privilegia, da más importancia a uno que al otro, llegando a veces a entender que el reducido no es más que un epifenómeno, resultancia, apariencia o espejismo del otro. En nuestro caso, cabrían dos opciones de reducción: de lo mundano a lo académico o de lo académico a lo mundano.

2.1.1.      De lo mundano a lo académico

De lo mundano a lo académico sería el esquema de reducción que entiende lo mundano como una deformación, perversión o degeneración de lo académico. La prioridad o privilegio es de lo académico, y lo mundano aparecería como una popularización por simplificación suya. Las teorías se elaborarían en la Academia, donde se mantendrían más o menos en estado puro o correcto, pero después pasarían al mundo (fuera de la Academia) donde se “profanarían” en versiones simplificadas, estereotipadas y, en definitiva, falseadas. Así, por ejemplo, el Jesús de la religiosidad popular (mundano) sería tan distinto de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad de la teología (académica) que ni María Santísima, siendo su madre, le reconocería.

Esta reducción, llevada a su extremo, conduce al elitismo y la conciencia de superioridad del grupo experto (culto, avanzado, noble) respecto del profano (inculto, atrasado, vulgar). Esta tensión se aprecia en las contradicciones entre lo comercial y lo artístico, por ejemplo, como cuando se contrapone el cine o la música comercial (popular, de masas) con sus contrapartidas más minoritarias pero para “entendidos” (elites, vanguardias).

2.1.2.      De lo académico a lo mundano

La reducción de lo académico a lo mundano sería igual pero en sentido inverso. Ahora la prioridad o privilegio es de lo mundano o popular frente a lo académico considerado como pedante, como cursi, como mero esnobismo: querer aparentar lo que no hay, y querer parecer que se es más de lo que se es por desprecio de lo que realmente es y está bien. Lo académico es pura fachada, ruido sin nueces. En lo mundano como popular y espontáneo habría una sabiduría, un saber-hacer, que ya estaría bien tal cual y lo académico sería una forma de elitismo y, llevado al extremo, de etnocentrismo, colonialismo e imperialismo cultural que no respetaría a las culturas autóctonas y querría imponer unos modelos supuestamente superiores (académicos) sobre otros (mundanos) tomados como inferiores, atrasados o incultos.

La idea ya se encuentra en el poeta del siglo XIII Gonzalo de Berceo, que en su Vida de santo Domingo de Silos dice: “Quiero hacer una prosa en román paladino, en el que suele el pueblo hablar a su vecino” (Quiero fer una prosa en román paladino, en qual suele el pueblo fablar a su veçino). Se refiere a las lenguas romances, las habladas por el pueblo llano, en contraposición al latín “estándar” que seguía usando el clero y los intelectuales (y que no entendía ese pueblo llano). Recordemos que el latín fue la lengua académica hasta bien entrada la modernidad, y que las misas todavía se daban en latín en el siglo XX hasta el Concilio Vaticano II. Pues bien, lo mundano sería lo que se hace en román paladino, lo que hace cualquiera, mientras que lo académico sería lo que se hace “en latín” y solo entienden los “entendidos” en la materia.

Ambos esquemas de reducción también subyacen en otras dicotomías como las de naturaleza-cultura y cómo se entienda: si lo natural es algo negativo que hay que esconder y superar con la cultura, o si es algo positivo que tan solo hay que depurar con la cultura pero siguiendo su ritmo. En relación a la educación: si su función es dominar y domesticar al “animal” que lleva el niño dentro, o si consiste en facilitar que surja y se exprese ese “yo interior”, su propia naturaleza, de la mejor forma posible.

2.2. Esquema diamérico

El esquema diamérico, a diferencia de los anteriores, segmenta uno de los dos conceptos (por ejemplo, el A en a1, a2, a3… an) y utiliza al otro (B) como su nexo interno de unión. En otras palabras, B no es sino la misma unión de A (de los “trozos” de A). De esta forma, ninguno de los dos elementos, A y B, tiene prioridad sobre el otro sino que se influyen mutuamente, como ahora veremos, y la relación entre ellos no es gratuita ni externa sino necesaria e interna. Para verlo más despacio, vamos a dar un rodeo por Immanuel Kant. Su forma de entender la relación entre la filosofía mundana y académica (cósmica y escolástica, en su terminología) podemos decir que era una versión moderada del esquema de reducción de lo académico a lo mundano.

Para Kant, la filosofía mundana (cósmica) era la legisladora de la razón, mientras que la académica (escolar o escolástica) era su artista. Esto significa que la filosofía mundana es la que marca por dónde debe ir la razón, y no la académica, cuya cometido es depurar, pulir técnica o artísticamente a la razón en ese camino que, recordamos, le marca la filosofía mundana. La distinción es similar a la que podemos establecer entre el poder legislativo y el poder ejecutivo en política: el poder legislativo está en el Parlamento, que es quien decide las leyes, y el poder ejecutivo está en el Gobierno, cuya misión es concretar y llevar a cabo esas leyes del Parlamento. Es decir, el Gobierno no legisla, no hace las leyes, sino que las ejecuta, las lleva a cabo a través de otras normas que las concretan (los Decretos, las Órdenes, las Instrucciones…) y de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.

Para Gustavo Bueno, la distinción kantiana se basa en las Academias que empiezan a surgir en su época (siglo XVIII) como las Academias de las Artes y las Ciencias, o la Real Academia Española (RAE). El lema de la RAE es: “Limpia, fija y da esplendor”, en referencia a la lengua española. Nótese que no dice “legisla”, “ordena” o “manda”. Es ya un tópico decir que la RAE no prescribe cómo debe hablarse sino que tan solo describe cómo se habla y nos indica cómo hacerlo de la mejor manera posible. Así, habría una lengua mundana, la que hablamos todos los días, y otra académica que es esa misma mundana pero ya fijada, limpiada y con esplendor.

Para Gustavo Bueno, la distinción kantiana es oscura y confusa y procede a su reelaboración en sentido materialista y dialéctico, optando por la alternativa diamérica para entender lo conceptos conjugados de mundano-académico.

Para Bueno, la distinción kantiana es topológica, se refiere a los lugares desde donde se hace la filosofía: si desde dentro o desde fuera de la Academia, entendida esta como Universidad o institución análoga. Pero ese criterio no es propiamente filosófico. Bueno propone el criterio de sistematicidad. Lo “académico” de la filosofía procede de la Academia de Platón en Atenas, y allí se elaboraba la filosofía de manera sistemática, en forma de sistema, y no de forma desorganizada ni incoherente. Por tanto, la filosofía académica es la que es rigurosa por sistemática, independientemente de que se haga en una Universidad o en una taberna. Y la filosofía mundana sería la asistemática, la que se hace fuera de un sistema definido, y que es muy habitual en las facultades de Filosofía de las universidades. En la tabla siguiente: las filosofías A y B serían académicas, mientras que las C y D serían mundanas, independientemente de dónde se hagan.

Filosofía

Sistemática (académica)

No sistemática (mundana)

En la Universidad

A

C

Fuera de la Universidad

B

D

 

Lo ideal sería que la filosofía A fuera la norma en las facultades, aunque según Bueno, hoy día, la dominante es la C. En las Universidades no se hace filosofía propiamente, sino si acaso doxografía y filología: estudio de las opiniones de los filósofos y análisis de los textos donde las han expuesto, pero sin ningún sistema filosófico de referencia para dicho estudio y análisis, y es más, rechazando explícitamente utilizar uno cualquiera, para poder ir “a los textos mismos”, “a las ideas mismas”, sin anacronismos… o eso dicen.

La filosofía D es la más habitual: es la filosofía que hace normalmente cualquiera que no sepa mucha más filosofía que la que estudiara en su día en el instituto (si la estudió). Y la filosofía B es la excepción que se desarrolla como puede fuera de las facultades universitarias (Gustavo Bueno procuró que se hiciera en la Fundación que lleva su nombre, otra cosa es que efectivamente sea así).

La relación entre filosofía mundana y académica es dialéctica. Esto significa que, efectivamente, la filosofía mundana es la legisladora y la académica la artística, pero en otro sentido diferente. La filosofía mundana ofrece a la académica el material que esta debe limpiar y darle esplendor. Pero, después, esta filosofía académica vuelve al mundo, se mundaniza, y transforma a la filosofía mundana, que vuelve a ser depurada por la académica, y así dialécticamente.

 

Veamos un ejemplo simplificado a efectos didácticos con la Idea de divinidad. La filosofía mundana genera una Idea de divinidad politeísta. La filosofía académica trabaja con esa idea depurándola como la Idea de dios aristotélica (Acto puro). Esta Idea retorna ahora a la filosofía mundana en la forma de la Idea del dios monoteísta de las religiones metafísicas (cristianismo, judaísmo e islam). De ahí procede otra crítica académica que da lugar a la Idea del ser supremo deísta de la Ilustración, por ejemplo. Dicha idea vuelve a la filosofía mundana como la creencia en un “ser superior”, “una energía”, “un algo que está ahí” y que la filosofía académica termina de pulir como ateísmo.

De esta forma, la filosofía mundana sin la académica se convertiría en mera verborrea, en incoherencia o yuxtaposición arbitraria de unas Ideas con otras. Pero sin filosofía mundana, la filosofía académica no tendría ni por donde empezar, le faltaría el material con el que trabajar; se secaría o se convertiría en filosofía de salón o encerrada en su torre de marfil, sin contacto con la realidad. Son los extremos de los esquemas de reducción en un sentido y en el otro.

La filosofía académica no puede ser exenta, separada del mundo real, sino que tiene que beber y comer de la filosofía mundana, de la que surge en el mundo cotidiano. Es esa filosofía a la que elabora y da forma, y a la que transforma a su vez, y de la que vuelve a comer y beber, y así dialécticamente. De hecho, esta dialéctica está presente en el mito de la caverna platónico: en él, el filósofo que logra salir de la caverna luego debe volver a ella y no puede quedarse para siempre fuera.

3.      Magia mundana y magia académica

¿Podemos aplicar esta dialéctica también a la magia? Nuestra hipótesis es que sí. Si es así, también habría una magia mundana y una magia académica. Pero ¿cuál sería cada una y cómo se relacionarían?

3.1. De la magia mundana a la magia académica

El esquema de reducción de la magia mundana a la magia académica sería el siguiente: la magia mundana sería la que realizan los profanos (el juego de las 21 cartas, por ejemplo) y lo que ellos piensan que hacen los magos para hacer magia (las mangas, el doble fondo…), y la académica sería lo que hacen los magos cuando hacen magia, y ambas no coinciden. Aquí tendríamos el sentido elitista de la magia académica como la magia de quien sabe “de verdad”, en contraposición a la magia mundana que se basa en prejuicios e ideas falsas sobre la magia y que, de hecho, se aprovecha de ellos para “engañar” al público. Este esquema no es correcto por simplista: tiene su parte de verdad, que los magos saben algo más que los profanos, ese plus que decía Gabi Pareras:

El prestímano parte de un hecho evidente: que no viene de Marte. Convive en una realidad común, pero con una gran ventaja que lo diferencia del profano: sabe algo más de esa realidad compartida. Por ejemplo: El profano no sabe que la misma acción de levantar una carta permite levantar dos (…) No conoce el principio de Gilbreath… (Pareras, 2014, 8).

Pero este esquema de reducción se equivoca al sobrevalorar ese plus: los profanos saben de magia bastante más de lo que piensan los magos, y los magos no engañan a los profanos tanto como creen.

3.2. De la magia académica a la magia mundana

El esquema de reducción de la magia académica a la mundana se percibe en aquellas opiniones que reproducen el lema de Barnum: dar al público lo que quiere recibir. Apostar por lo comercial, por lo que vende, por lo que gusta, independientemente de cualquier otro criterio, incluso afirmando que eso es lo adecuado, justo y artístico. Pretender otra cosa sería elitista, pretencioso o autoengaño, incluso “antidemocrático”. Para eso, habría que estar en contacto y atentos al público, a sus comentarios, a sus reseñas, a su feedback, y procurar navegar a su aire: el público sabe lo que quiere y el cliente siempre lleva razón. A este esquema le pasa lo que al anterior: tiene su parte de verdad y su error. La parte de razón es que hay que estar en contacto y atentos al público, y que este no es tan ignorante ni estúpido como pensamos a menudo desde nuestra atalaya, pero sin llevar al extremo esta verdad porque, entonces, se convierte en falsedad.

3.3. Esquema diamérico de la magia mundana y académica

Para entender el esquema diamérico, previamente, y siguiendo a Gustavo Bueno, matizaremos que el criterio de la magia académica (como el de la filosofía) es el de la sistematicidad. Por tanto, la magia mundana y la magia académica no se identifican con los profanos y los magos automáticamente, sino que se cruzan en una matriz:

 

Magia

Sistemática (académica)

No sistemática (mundana)

Magos

A

C

Profanos

B

D

 

Con este esquema, la magia académica sería la que es sistemática, mientras que la magia mundana sería la que es asistemática, independientemente de que la hagan magos o profanos (o de cómo piensen unos u otros cómo se hace).

Vamos a entender por magia sistemática la que se ajusta a algún sistema a la hora de construirse y ejecutarse. Decimos a “algún sistema” queriendo indicar que se ajuste o tenga en cuenta algunas referencias teórico-técnicas mínimamente elaboradas y trabadas de forma lógica y coherente. Obviamente, cuanto más elaborado mucho mejor. En España tenemos la suerte de contar con el sistema por ahora más potente de todos que es el de la Teoría Estructural de Arturo de Ascanio, así como otras aportaciones teóricas de grandísima calidad como las de Juan Tamariz o Gabi Pareras. De esta forma, como decíamos, será magia académica la que, de alguna forma mínima pero suficiente, se ajusta a algún sistema. Y será magia mundana la que prescinde de un sistema definido, ya sea por ignorancia, por espontaneísmo o por lo que sea.

De esta manera, habrá magia sistemática hecha por magos (A) e incluso puede que por profanos (B) (tal vez no tanto hecha cuanto que pensada a la hora de reflexionar sobre cómo se habrá hecho un juego de magia). Obviamente, habrá más casos de A que de B. Y también habrá magia mundana hecha y pensada por profanos (D) pero también por magos (C). De nuevo, es obvio que habrá más casos de D que de C.

Hay que señalar también que esta clasificación es de tipos puros weberianos, es decir, que sirve a efectos de análisis, pero que sería difícil encontrar ejemplos puros en la vida real: lo más habitual es que los casos concretos y reales contengan elementos de cada tipo en diversas proporciones, siendo alguna la preponderante.

3.3.1.      La magia académica A y la magia mundana C

La magia de tipo A es la magia académica hecha por magos. Es decir, la magia elaborada y ejecutada por magos y siguiendo algún sistema teórico-práctico. El ejemplo por excelencia sería el de Arturo de Ascanio y todos los magos que siguen su Teoría estructural. Y si no esta teoría, cualquier otra más o menos elaborada y rigurosa.

La magia de tipo C es la que pueda hacer cualquier mago que prescinda de la teoría mágica. Es un tipo de magia espontanea o que se deja llevar por lo que funciona, pero que no hace un uso consciente de la teoría, e incluso que se resiste a hacerlo y lo rechaza. Hay que advertir que este tipo de magia no tiene por qué ser peor que la de tipo A, de hecho, ha sido la más habitual y fue la única hasta que empezaron a realizarse teorizaciones por parte de Maskelyne, etc. Pero esto hay que matizarlo. La relación entre teoría y práctica también es conjugada, y el esquema correcto es el diamérico: no hay práctica sin teoría ni teoría sin práctica, ambas se influyen dialécticamente. Toda práctica implica una teoría (consciente o inconsciente, elaborada o no) que sirve de nexo de unión a las “partes” de esa práctica (a sus diferentes pasos o fases). Y toda teoría no es sino la articulación de unas prácticas, la relación entre ellas. La ventaja de la teorización es que explicita esa relación de las partes prácticas y ahorra tiempo y esfuerzo. Es como la relación entre el puro ensayo-y-error y el método científico: este no es sino una versión depurada de aquel, pero eso mismo le hace mucho más eficiente. El ensayo-y-error puede ser eficaz (lograr sus objetivos) pero el método científico, además, es eficiente (logra los objetivos con la mejor proporción medios-fines, costes-beneficios). De la misma forma, la magia C puede ser eficaz, y la A es además eficiente.

La parte de verdad que pueda tener el esquema de conjugación metamérico por reducción de la magia mundana a la académica está aquí: que la magia académica A depura a la magia mundana C; la fija, la limpia y le da esplendor. Que es lo que hizo Ascanio. Recordemos que él mismo decía que él no había inventado nada, sino que tan solo había explicitado lo que ya se sabía y se venía haciendo desde muchísimo antes, pero llevándolo a otro nivel, al nivel consciente y reflexivo (de C a A). De alguna manera, Ascanio fijó, limpió y dio esplendor a esa magia.

Las [ideas] que he expuesto aquí no son producto de elucubraciones gratuitas, más o menos bonitas. Como siempre que teorizo, he partido de juegos y problemas concretos, y me he limitado a generalizar (previa su concepción y hasta bautizo) los principios válidos descubiertos. Por ello, pienso que tienen validez y aplicabilidad general, según el método socrático nada menos (ab esse ad nosse, valet conscquentias). ¡Toma ya! El arte consiste en someter lo espontáneo a lo consciente. (Juan Ramon Jiménez). Y el arte del Ilusionismo, también. Quien se someta a esa disciplina logrará una Magia más depurada, más artística. Y de eso se trata. (Ascanio, “Psicología del empalme: Conclusiones”, en Etcheverry, 2000, 81-82).

Aquí el problema estaría en llegar al extremo de privilegiar tanto la teoría (lo académico) que se perdiera de vista lo mundano: obsesionarse tanto con la teoría y su perfección que nos desconectáramos de la realidad, del público y de la magia realmente existente. Es como el filósofo que pretende filosofar aislado del mundo, en lo alto de una montaña: hará reflexiones muy interesantes, sin duda, pero eso no puede denominarse filosofía sino metafísica. La filosofía (y la magia) académica bebe y come de la mundana, pero como la mundana cambia, si no hay contacto entre ellas, la académica se petrifica, se congela, se encierra en sí misma. Esa teoría se convierte en dogmatismo y deviene inservible y hasta perjudicial. Tal vez el rechazo de parte de los magos a la teoría sea, en realidad, más un rechazo a este dogmatismo que a la propia teoría en sí. El contacto con la realidad (con lo mundano) es inevitable y necesario, y en ese sentido la magia mundana es la legisladora y la académica su artista, sin caer en el extremo contrario del reduccionismo de lo académico a lo mundano.

Ese otro reduccionismo es el de quien, desde C, reniega de toda teoría e incluso la considera perniciosa y no solo innecesaria. Aquí hay que decir que quien hace esto se autoengaña. Es como la “paloma de Kant” que pensaba que volaría más alto si no hubiera gravedad, y no entendía que si volaba era gracias a la gravedad y no a pesar de ella. De hecho, muchos de estos magos antisistemáticos posiblemente sean mucho más sistemáticos en ejercicio de lo que creen (similar a Nietzsche, cuya filosofía es, de hecho, muy sistemática, aunque él mismo renegara de los sistemas). Otras veces, ese autoengaño toma la forma de “a-mí-me-funcionalismo”: “A mí me funciona la magia que hago tal y como la hago y sin haber leído a Ascanio”. Aquí el autoengaño es que, aunque no haya leído a Ascanio, está ejercitando sus teorías (y en ese sentido es por lo que le funciona su magia). Simplemente porque, si no, no le funcionaría: no se puede hacer bien un juego de magia si hay paréntesis anti-contraste, por ejemplo. En el peor de los casos, ese autoengaño es una mera disonancia cognitiva para no reconocer la propia pereza o mediocridad, aun cuando eso pueda seguir “funcionando”: se puede hacer magia relativamente pasable, e incluso vivir de ella, pese a ser magia pobre en términos de calidad (lo que es también habitual en cualquier otro ámbito profesional: restaurantes, informática, docencia, judicatura, etc.). En este caso sigue habiendo teoría de fondo, lo que pasa es que suele ser mala teoría, una mezcolanza teórica sin orden ni coherencia.

3.3.2.      La magia mundana C y la magia mundana D

La magia mundana es la que se realiza o se piensa de forma no sistemática. La del tipo C es la de los magos que hacen magia sin conciencia de un sistema de referencia (aunque ya hemos visto que, de alguna forma, un sistema sí que tienen, aunque sea ecléctico y caótico). Por magia mundana de tipo D nos referimos a la magia que pueda hacer o pensar cualquier persona que no sea mago y que no sepa prácticamente nada de magia (porque si tuviera un cierto conocimiento sistemático mínimo ya estaríamos en el tipo B). Decimos hacer o pensar porque queremos incluir los juegos de magia que suelen hacer los profanos (el de las 21 cartas, la asamblea real…) y también la manera en la que piensan que los magos hacen los juegos, aunque ellos mismos no puede hacerlos así por falta de habilidad o lo que sea. La diferencia entre esta magia y la magia de tipo B es que la de tipo B está mucho más cerca de conocer cómo son los trucos que la de tipo D. La de tipo D es mucho más prejuiciosa, anticuada o desfasada que la de tipo B. Así, por ejemplo, la magia mundana de tipo D es la que piensa los trucos en términos de doble fondo, compinches, mangas, cartas repetidas o trucadas e incluso mecanismos que solamente existen en su imaginación (como cuando los profanos cogen una carta normal y le dan golpecitos como esperando que se dispare algún resorte o algo que explica el pintaje que acaban de ver). En cuanto a los juegos de magia que realizan estos profanos podemos decir que son del tipo de los que ha recopilado Armando de Miguel en Los clásicos populares de la magia (2015). Su técnica se basa en algunos de los métodos que hemos dicho, o en otros puramente automáticos, y suele ser pobre o rudimentaria (por ejemplo, una carta corrida mal hecha). Pero aquí decimos pobre y rudimentaria en el mismo sentido en el que sería pobre y rudimentaria la argumentación en su defensa que podría hacer cualquier ciudadano ante un juez, comparada con la que podría hacer su abogado (de ahí que se diga en Derecho que “solamente un loco se representaría a sí mismo en un juicio” en vez de contratar un abogado).

La magia C (y por supuesto la A) puede “engañar” fácilmente a la magia D precisamente porque sabe más. Ese algo más que decía Gabi Pareras en Más allá del método. La diferencia es que la magia A lo hace sistemáticamente, sabiendo cómo y porqué, mientras que la C no. La magia C sabe que algo funciona, pero no cómo y ni porqué.

A pesar de todo lo dicho, no hay que despreciar a la magia D, especialmente en lo que concierne a cómo piensan que se hace la magia. Recordemos que si un espectador piensa que sabe cómo se hace un truco, da igual si efectivamente es así o no en la realidad. Por eso es muy importante conocer esta magia de tipo D, saber qué piensan los espectadores, qué conocimientos tienen, qué expectativas, qué humor les divierte, qué les asombra, etc. Y es que en este sentido es también en el que la magia académica se nutre de la mundana. Y no olvidar que la magia mundana es dinámica y cambia con el tiempo. Por ejemplo, sacar un conejo de un sombrero pudo ser un juego excelente en su momento cuando, en un contexto de escasez de alimentos, sacar un conejo de la nada era el deseo de todo hijo de vecino muerto de hambre. Hoy día ya no vivimos en ese contexto. En su momento pudo ser gracioso el humor basado en el ridículo, en los prejuicios, en el machismo…, hoy día sería un suicidio usar ese mismo tipo de humor de otras épocas no tan lejanas. Si Robert-Houdin es considerado el padre de la magia moderna, entre otras cosas, es porque supo adaptar la magia a su época, y en concreto a la sociedad burguesa y opulenta que podía pagar por su magia y que ya conocía los dobles fondos, las mangas o los compinches. De ahí, por ejemplo, su cambio de indumentaria: no solo porque el frac le igualaba a los trajes de los burgueses, sino porque el frac impedía el uso de los faldones y las mangas que era más habitual en los disfraces tipo mago Merlín que usaban los magos de feria ambulante para ocultar las apariciones y desapariciones.

En nuestro caso, es necesario saber de dónde procede el “conocimiento” mundano que el público tiene de la magia. La mayoría de la gente no ha acudido nunca a un teatro o sala especializada a ver magia, y la que ha visto ha sido ocasionalmente en contextos infantiles, en televisión o en internet. Y eso condiciona la manera en la que piensan que se hace y funciona la magia. Las cajas de magia tipo Magia Borrás, han “educado” a casi todo el mundo sobre cómo funciona la magia. En su día, los especiales de televisión de David Copperfield condicionaron ese conocimiento mundano de la magia, y en nuestro contexto Juan Tamariz y sus programas de televisión. Y nos guste más o menos, más recientemente lo han hecho el mago enmascarado o Dynamo, o programas como Got Talent o Fool Us. Sin olvidar internet y la inmensa cantidad de canales donde se difunden juegos de magia muy mal hechos o directamente destripados. Esto implica que ciertos gimmicks y técnicas que antes eran totalmente desconocidos por el público general hoy día pueden no serlo tanto.

Esta atención a lo que piensa el público, y sobre todo, a cómo piensa que se ha hecho el truco, es lo que llevó a Rick Johnson[2] a su teoría del “demasiado perfecto” y a Juan Tamariz a la suya de “las pistas falsas” (Tamariz, 1987).

La teoría de Tamariz nos dice que debemos tratar de imaginar las posibles soluciones que el espectador dará al juego para ir eliminándolas, de modo que finalmente solo quede como única “solución” la magia. Por ejemplo, nos remangamos para eliminar la solución de que se usan las mangas, damos golpecitos a la carta para remarcar su “unicartidad”, etc. Por su parte, Johnson había dicho que un juego así sería demasiado perfecto, tanto, que un espectador podría llegar a deducir el auténtico truco por eliminación de los demás, o a imaginar alguno que, aunque no fuera el real, pareciera que sí (un compinche, o una baraja trucada “de alguna forma”). Para eso, Johnson recomendaba hacer los juegos un poco imperfectos para desviar la solución del espectador hacia una explicación falsa pero que nos pareciera aceptable como magos (por ejemplo, una habilidad increíble). Juan Tamariz, por su parte, asumía que el espectador no permanecerá mucho tiempo pensando que lo que ha presenciado es magia, y que buscará alguna explicación, y para eso nos hizo pensar lo que llamó la “solución-efecto”: hacer un listado de posibles explicaciones a las que llegará el espectador y que nos parezcan adecuadas en tanto que ellas mismas son un efecto mágico también (o de alguna forma), por ejemplo, que todo ha sido producto de una especie de hipnosis por parte del mago.

También es importante conocer qué piensan los profanos en el sentido de qué sienten al ver magia, qué aprecian, qué valoran, qué les gusta más o menos, y saber que esto también es dinámico y cambia con el tiempo. Por ejemplo, a principios del XX, Harry Houdini podía mantener la atención en vilo de su público durante minutos y minutos mientras intentaba zafarse de una camisa de fuerza colgado boca abajo de una grúa, o un mentalista podía andar con los ojos vendados por entre el público buscando un objeto escondido usando el cuberlandismo. Pero hoy día tal vez esos mismos juegos resultaran excesivamente lentos para un público acostumbrado a un ritmo más rápido y a que pasen más cosas y más deprisa. Algo parecido a las películas de hace décadas y las de ahora: las más antiguas eran más lentas y con mucho más diálogo, las de ahora son mucho más rápidas y con menos peroratas. Un estudio muy interesante en este sentido es el de Joshua Jay sobre los gustos y preferencias de los profanos con respecto a la magia: What Do Audiences Really Think? (Jay, 2016). Algunas de sus conclusiones es que al público no le gustan tanto los juegos de cartas, y que prefieren los juegos de sorpresa a los de suspense. Eberhanrd Riese, en su libro Fundamentos (2011), también insta a escuchar al público y actuar en consecuencia y, por ejemplo, recomienda encarecidamente desechar los juegos del tipo sucker.

3.3.3.      La magia académica A y la magia académica B

La magia académica A es la del mago profesional que conscientemente mejora teóricamente la magia que hace en la práctica. Pero hay otra magia académica, la B, que es la de quienes no son magos profesionales pero tienen un conocimiento académico (por sistemático) de la magia. En su extremo superior, lo llamaremos B1, estarían todos esos aficionados que no son magos profesionales (porque no viven de la magia sino de otros empleos) pero que conocen mucha más teoría mágica que muchos otros profesionales (que serían de tipo C). Pensemos que Arturo de Ascanio no era mago profesional sino abogado, y que Gabi Pareras durante un tiempo compaginó el estudio de la magia con empleos que le permitieran facilidades para ese estudio a la vez que le proporcionaran un sueldo para vivir. En el extremo más bajo (B2) estarían aquellas personas que, sin ser ni tan siquiera aficionados, sí que saben bastante de magia (por lo que sea: porque les gusta, porque han visto a muchos magos, porque conocen a algunos magos, por curiosidad…), lo suficiente para distinguir cuando lo ven (aunque no sean capaces de hacerlo ellos mismos) un double lift, una carta corrida, un forzaje o un falso depósito. Este tipo de público es muy distinto al del tipo D. Sabe distinguir buena magia de magia mediocre, difícilmente se dejará “engañar” por la magia de tipo C y sabe apreciar la magia de tipo A.

En cuanto a B1, tendríamos al público de la “magia para magos”. El público B2 es el que puede acudir a salas especializadas en magia buscando magia de calidad.

3.3.3.1. La magia para magos y la magia hasta para magos.

Hablamos de “magia para magos” como aquella magia que se hace para un público compuesto exclusivamente por magos: en conferencias, congresos, charlas, talleres, seminarios, etc. Pero aquí el matiz está en que no se trata de magos que quieren aprender juegos para luego hacerlos ellos mismos a otro público profano, sino de magos que buscan asombrarse y tener una experiencia “mágica” a pesar de ser magos ellos mismos. Esto implica diseñar este tipo de magia de una manera especial y distinta a la magia para profanos, ya que los intereses, expectativas, conocimientos, etc., de magos y profanos no son los mismos. Por ejemplo, los profanos suelen fijarse en el efecto mientras que los magos tienden a interesarse más por el método. Así, un juego con un efecto relativamente pobre puede ser muy interesante para un mago si su método es muy ingenioso, y dejar pasar otro juego de efecto mucho más potente si su método es más sencillo.

La magia para magos da lugar al dilema sobre si es auténtica magia o si la verdadera es la que se le hace a los profanos, o si es mejor o peor una que otra. Podemos decir que son distintas y legítimas cada una en su ámbito. Aquí el reto estaría en lograr lo que decía Ascanio: en vez de hacer una magia para profanos y otra para magos, ser capaces de hacer una magia hasta para magos, es decir, conseguir hacer magia que le gustara a los profanos pero también a los magos.

Y como en definitiva el ideal no era ni la Magia para magos, ni la Magia para profanos sino que era hacer una Magia tan perfecta que incluso gustara hasta a los magos, así pues la verdadera clasificación es: Magia para profanos y Magia hasta para magos (Ascanio, “Ideas mágicas: Actuar, estudiar, investigar”, en Etcheverry, 2000, 40).

Esto nos lleva a lo que hemos llamado la magia académica B2.

3.3.3.2. La magia académica B2

El público B2 es un público muy distinto del de tipo D. Es un público profano, ni siquiera aficionadoa la magia, pero que ya ha visto bastante magia y sabe lo suficiente, como decíamos, para detectar un double lift o un forzaje por dribble. Este público es fundamental en magia porque es el que la eleva de C a A. Este público B2 no se conforma con la magia de C que puede funcionar con D pero no con ellos. Este público ya es más exigente, busca otra magia más elaborada. Y eso obliga a la magia C a pasar a la de tipo A. Nótese aquí la dialéctica: cómo la magia mundana influye en la académica y esta en la mundana a su vez, y así sucesivamente.

En el esquema de arriba los números indican la calidad de cada tipo de magia. Una magia mundana 1 da lugar a una magia académica 2 que, a su vez, eleva a la magia mundana a un nivel 3, que obliga a la magia académica a mejorar como 4, y así continua el progreso (en teoría, claro, porque este proceso podría estancarse o incluso involucionar).

El público B2 es el ideal de público que buscaba Ascanio en su proyecto de dignificar la magia y elevarla a cultura, elevando también la cultura mágica popular. En sus textos, Ascanio se queja amargamente de la calidad de la magia de su época e insta a mejorarla. Traducido a nuestros términos: se queja del nivel C de la magia que tan solo contenta a público D muy pobre. Ascanio pone el ejemplo de las demás artes:

¿Qué pasa con las demás artes? ¿Qué pasa con la literatura? Existe una literatura culta, una literatura media, y una subliteratura. (…) Y en el arte de la Magia ¿no puede suceder lo mismo? Hay una Magia culta, una Magia más sensibilizada, más estudiada, más evolucionada. (…) Hay una masa de público de magos. ¿Es que no tienen derecho a que se les haga Magia de calidad, Magia más depurada? Y no solo a los magos, sino en general a la gente más cultivada, más sensibilizada, con más capacidad de observación, más educada en el espectáculo mágico. Esos son los que aprecian una Magia más culta, de mayor calidad. ¿Magia para magos? ¡No! ¡Magia más culta! ¿Es que hay una Magia para profanos y otra para magos? ¿Es que Slydini y Fred Kaps hacían una Magia diferente según el público que tuviesen? ¡No! Hacían lo mismo para los magos y para los profanos (Ascanio, “La técnica: El valor de la técnica”, en Etcheverry, 2000, 261-262).

El objetivo es mejorar esa magia C para que dé lugar a un público B2 que obligue, a su vez, a que la magia siga mejorándose en el sentido de la magia A. Para eso, Arturo de Ascanio junto a otros magos fundaron la Escuela Mágica de Madrid, cuyo objetivo era mejorar la magia de forma teórico-práctica y lograr ese público B (B1 y B2) que obligara a seguir mejorando continuamente la calidad de la magia. Entre otros medios para lograr sus fines, la Escuela Mágica de Madrid desarrolló la Circular de la Escuela Mágica de Madrid o las Jornadas del Escorial. En este mismo contexto debemos incluir los grandes esfuerzos de Juan Tamariz por difundir esa cultura mágica de calidad entre la población general a través de sus programas de televisión: Magia potagia, Chantatachán, etc. Resultado objetivo de todo este trabajo es la inmensa calidad teórico-técnica de la magia española, referente ahora mismo a nivel mundial.

Bibliografía

Bueno, Gustavo (1978a). “Conceptos conjugados”, en El Basilisco, 1ª época, nº 1, marzo-abril, p. 88-92. Edición digital: https://filosofia.org/rev/bas/bas10109.htm

Bueno, Gustavo (1995). ¿Qué es la filosofía? Oviedo: Pentalfa. Edición online: https://www.filosofia.org/aut/gbm/1995qf.htm

Bueno, Gustavo (2016). “Filosofía mundana, académica y sistemática”, en Tesela nº 130, en internet: https://www.fgbueno.es/med/tes/t130.htm

De Miguel, Armando (2015). Los clásicos populares de la magia.

Etcheverry, Jesús (2000). La magia de Ascanio: La Concepción estructural de la magia. Su pensamiento teórico-mágico. Madrid: Páginas.

Jay, Joshua (ed.) (2014). Pensar la magia: Lecturas imprescindibles para magos. Madrid: Páginas

Jay, Joshua (2016). “What Do Audiences Really Think?”, en Magic Magazine, nº 301, sept. 2016.

Pareras, Gabi (2014). Más allá del método: Notas teórica-práctica. Grupo Kaps.

Riese, Eberhanrd (2011). Fundamentos: Puesta en escena. Madrid: Páginas.

Tamariz, Juan (1987). La Vía mágica. Madrid: Frakson.



[1] Kant, Crítica de la razón pura, “Doctrina transcendental del método”, cap. III. Edición de 2005, Madrid: Taurus, p. 471.

[2] El texto de Johnson está reproducido en Jay, 2014, 183-194. 


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